El lunes pasado, a las seis horas de nacer en un parto prematuro, moría el hijo de Kevin van Impe, de 26 años, sobrino del ganador del Tour del 76 y ciclista del Quick Step. El miércoles, cuando el corredor estaba atareado en los trámites de los funerales del niño, se presentaron en su casa inspectores de la agencia flamenca antidopaje urgiéndole a un control de orina. Van Impe les pidió un aplazamiento y les explicó por qué, pero, según el corredor, ellos le respondieron: "Nuestras condolencias, pero debemos hacer el control". Y para evitar una sanción, Van Impe cumplió con la obligación de orinar ante los extraños.
La noticia ha causado conmoción en Bélgica y suscitado la reacción de la clase política. "La ley es la ley, pero los controles deben ser más humanos", dijo el ministro flamenco de Deportes, Bert Anciaux. "Es comprensible que Van Impe tuviera otras cosas en la cabeza en aquellos momentos".
También Pedro Horrillo tenía otras cosas en la cabeza hace unas semanas cuando un inspector antidopaje se presentó en su casa en Abadiño (Vizcaya). "Yo estaba con mi niño, que tenía fiebre, y tenía hora en el ambulatorio", explica el ciclista del Rabobank. "Y como tengo derecho le dije al inspector que no quería realizar el control, de sangre y orina, en mi casa, así que tenía él que buscar otro sitio. También le pedí hacerlo después de que el pediatra viera al niño, y a él no se le ocurrió otra cosa que intentar hacerlo en el ambulatorio. Allí no le dejaron. Lo intentamos luego en un hotel, pero estaba cerrado. Y yo todo el rato recorriendo el pueblo con el niño en brazos. Finalmente, lo hicimos en el polideportivo. Menos mal que la pediatra estuvo bien y atendió al niño, porque pude llevarlo hora y media después de la cita que tenía".
"Evidentemente, mi caso no es como el de Van Impe, donde los inspectores se pasaron de inflexibles", reflexiona Horrillo, "pero sí que es una muestra de los trastornos, incongruencias e intromisiones en nuestra vida que pueden provocar los controles".
fuente: elpais.com (C. Arribas)../..
Personalmente, me parece vergonzoso y aberrante el trato que se dispensa a los ciclistas en comparación con el resto de deportitas. No existe en su caso la presunción inocencia, sino más bien todo lo contrario, mientras no demuestres que no te has dopado no tienes derecho a nada. No es que yo defienda el uso de sustancias o métodos ilícitos, por supuesto; pero si defiendo que los controles sean "más humanos", parafraseando al Ministro de Deportes belga. Y que no seamos tan demagógicos, que el ciclismo siempre es el patito feo mientras en otros deportes impera el laissez-faire -por no hablar de ámbitos extradeportivos, como la música o la literatura, donde está poco menos que institucionalizada la utilización de ciertas sustancias (prohibidas en el deporte) como medio para estimular la creatividad. Seamos un poco sensatos.