"NO QUIERO SER LA VÍCTIMA ETERNA" Army Ranger Outdoor, pone en letras negras sobre fondo amarillo. Una tienda de ropa militar en una de las más anchas avenidas de la muy amplia y bastante gris Magdeburgo, a 158 kilómetros de Berlín, en el corazón de la antigua República Democrática Alemana. Bajo el rótulo espera un señor muy alto. Tiene la cara picada, barba de tres días y poco pelo. Desde 1997 se llama Andreas Krieger. Antes, se llamaba Heidi y fue campeona de Europa de lanzamiento de peso en 1986. Era una mujer. Una chica sometida desde la primera adolescencia a un tratamiento hormonal que triplicaba en sus brutales dosis el del consumo de famosos deportistas tramposos como el velocista canadiense Ben Johnson.
Ahora, además de vender ropa de camuflaje y gorros "como los de la cárcel de Alcatraz", pinta coches con un spray y diseña tarjetas navideñas con Papa Noel vestido como un Ángel del infierno. Cuenta la recaudación del día, "poca cosa", y se sienta en un taburete forrado con tela de camuflaje. Gesticula, subraya, se acerca a su interlocutor y, a veces, grita. Krieger representa durante más de una hora, con todas las partes de su cuerpo y su cambiante voz, el drama de su vida: ni siquiera puede salir a dar un paseo por el parque por las secuelas de las drogas.
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